martes, 25 de octubre de 2011

El tazón de madera

Queremos compartir una nota que nos hará pensar sobre el valor de los padres.

El padre se fue a vivir con su hijo, su nuera y su nieto de cuatro años. Ya las manos le temblaban, su vista se nublaba y sus pasos flaqueaban. La familia completa comía junta en la mesa, pero las manos temblorosas y la vista enferma del anciano hacían el alimentarse un asunto difícil. Los guisantes caían de su cuchara al suelo y cuando intentaba tomar el vaso, derramaba la leche sobre el mantel. El hijo y su esposa se cansaron de la situación. 'Tenemos que hacer algo con el abuelo', dijo el hijo. 'Ya he tenido suficiente'. 'Derrama la leche hace ruido al comer y tira la comida al suelo'.

Así fue como el matrimonio decidió poner una pequeña mesa en una esquina del comedor. Allí, el abuelo comía sólo mientras el resto de la familia disfrutaba la hora de comer. Como el abuelo había roto uno o dos platos, su comida se la servían en un tazón de madera.

De vez en cuando miraban hacia donde estaba el abuelo y podían ver
una lágrima en sus ojos mientras estaba allí, sentado sólo. Sin embargo, las únicas palabras que la pareja le dirigía, eran fríos llamados de atención cada vez que dejaba caer el tenedor o la comida.

El niño de cuatro años observaba todo en silencio. Una tarde antes de la cena, el papá observó que su hijo estaba jugando con trozos de madera en el suelo. Le preguntó dulcemente: '¿Qué estás haciendo?' Con la misma dulzura el niño le contestó: 'Ah, estoy haciendo un tazón para ti y otro para mamá para que cuando yo crezca, ustedes coman en ellos.' Sonrió y siguió con su tarea.

Las palabras del pequeño golpearon a sus padres de tal forma que quedaron sin habla. Las lágrimas rodaban por sus mejillas. Y, aunque ninguna palabra se dijo al respecto, ambos sabían lo que tenían que hacer. Esa tarde el esposo tomó gentilmente la mano del abuelo y lo guió de vuelta a la mesa de la familia. Por el resto de sus días ocupó un lugar en la mesa con ellos. Y por alguna razón, ni el esposo ni la esposa parecían molestarse más, cada vez que el tenedor se caía, la leche se derramaba o se ensuciaba el mantel.

Los niños son altamente perceptivos. Sus ojos observan, sus oídos siempre escuchan y sus mentes procesan los mensajes que absorben. Si ven que con paciencia proveemos un hogar feliz para todos los miembros de la familia, ellos imitarán esa actitud por el resto de sus vidas. Los padres y madres inteligentes se percatan que cada día colocan los bloques con los que construyen el futuro de su hijo. Seamos constructores sabios y modelos a seguir. He aprendido que puedes decir mucho de una persona por la forma en que maneja tres cosas: un día lluvioso, equipaje perdido y luces del arbolito enredadas.

He aprendido que independientemente de la relación que tengas con tus padres, los vas a extrañar cuando ya no estén contigo. He aprendido que aún cuando me duela, no debo estar solo. He aprendido que aún tengo mucho que aprender y que debes pasar esto a todos los que te importan. Yo acabo de hacerlo. La gente olvidará lo que dijiste y lo que hiciste, pero nunca como los hiciste sentir...

domingo, 16 de octubre de 2011

¿Mejor en casa o en un centro geriático?


El cuidado de los ancianos, requiere de mucha atención. Aquella persona que en su momento pudo ser independiente  y se valía por si mismo, ha pasado a necesitar de la guía y el cuidado de un adulto.

Este es el gran motivo por el que muchas familias que llegan a convivir con un adulto que ha llegado a la ancianidad, perciben esta situación como un "problema", ya que saben que no pueden atenderlo como se debería.

El conflicto de valores, el "qué dirán" y el factor tiempo hacen muchas veces que no se tomen medidas que favorezcan al anciano.

Muchos ancianos terminan viviendo solos, a su suerte. Otras familias deciden tenerlo en casa, con todas las atenciones. No obstante son muchas las que lejos de cuidarlos como debieran, los hacinan sin darse cuenta a un rincón de la casa, o en su defecto, encargan el cuidado de estas personas a algún familiar para que lo vea de "vez en cuando".

El pensar llevar a un familiar a un asilo o un centro geriátrico suele considerarse "desagradecido", de malos hijos. No obstante, lo cierto es que si en casa no es posible una atención concienzuda y permanente, ese anciano sufre y no tienen la calidad de vida que se merece.

Si luego de reflexiones y autocríticas honestas caemos en la cuenta que efectivamente no le estamos dando la vida que se merece a esa persona que queremos, tenemos otro problema ¿Y en donde podemos llevar a nuestro ser querido?¿Quién nos da la tranquilidad que podrá estar mejor que aquí en casa?

Esta decisión no puede ser precipitada. Es importante informarse, visitar el lugar, pedir información relacionada a si cuentan además con profesionales médicos y con enfermeras, conocer si tienen un dietista, la seguridad del centro, etc.

Por último, una vez tomada la decisión, lo más importante es no olvidar que nuestros ancianos siempre requerirán de cariño. Esto es algo que un centro puede brindar con buenos profesionales, pero las visitas frecuentes, el contacto no se debe perder...el contacto y el amor de la familia son irremplazables.